“Los implantes no son la panacea” es de lo primero que le digo a mis pacientes cuando solicitan implantes dentales. No hay nada como un diente natural, eso es algo que debemos tener claro. Me horroriza cuando los pacientes con problemas periodontales quieren sacarse todas sus piezas para colocarse implantes, pensando que de ese modo se acaban todos sus problemas. Nada más lejos de la realidad, los dientes tienen mecanismos de defensa ante las bacterias, los implantes no. Cuando hay un desequilibrio bacteriano y el paciente no tiene buena respuesta inmune el implante se pierde. Y a eso NO se le denomina rechazo, el material de los implantes dentales es biocompatible para cualquier ser humano. Los implantes dentales fracasan porque no hay una correcta remodelación ósea y/o hay desequilibrio bacteriano que activa la reabsorción ósea.

Dicho esto, eso no significa que no sean una estupenda solución cuando hemos perdido un diente y queremos evitar el puente fijo ya que requiere un tallado de nuestros dientes. En los protocolos de Odident, antes de proceder a cualquier colocación de implante valoramos el estado general y bucal de un paciente. Debemos asegurarnos de que no hay patología de caries activa ni enfermedad periodontal que pueden inducir al fracaso de los mismos, y que además, el paciente presenta una buena salud general que permita a su sistema inmune reparar los tejidos tras la cirugía y permitir una correcta osteointegración del implante.

La cirugía de implantes es ambulatoria y sencilla. Los implantes dentales se introducen en el hueso maxilar o mandibular y, tras 2 o 3 meses de osteointegración quedan integrados en la estructura ósea para poder ser cargados mediante la fabricación de su respectiva corona.

Realmente con una buena preparación y un correcto seguimiento son una solución a largo plazo estable, cómoda y efectiva ya que llega un momento que el paciente lo normaliza y lo siente como un diente más.